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IGNACIO DEL REAL UGALDE.

30 agosto 1923- 30 agosto 2023

Fue en Nieves, Zacatecas donde nació, hijo de Félix del Real y Josefina Ugalde.
Años después se traslado a la Ciudad de México para estudiar la carrera de dentista.
Hombre delgado, sencillo y de sonrisa fácil conoció un día en su consultorio a María Luisa y dice que desde que la vio se dijo: “esta me gusta para mamá de mis hijitos” y pues dada su profesión desde el primer momento la dejo, literalmente, con la boca abierta.
Empezaron sus planes de boda con algo que llamaron, si no me equivoco “Proyecto together” que se selló con la compra conjunta de una máquina de escribir. Tiempo después y siguiendo las formalidades, papá pidió su mano a María Elena Cancino y se casaron un día de la Inmaculada. Pareja muy trabajadora, ella traductora y maestra de francés, español y como diría papá “de latín, latón y lámina acanalada” El dentista con su práctica privada y responsable del área de maxilofacial en un hospital de urgencias, de hecho fue precursor de la carrera de Cirugía Maxilofacial en la Ciudad de México. Yo siempre he dicho que ese doctor le devolvía, literalmente, la sonrisa a la gente.
Su proyecto “together” pronto comenzó a dar frutos, nació Ignacio (QEPD) después María Eugenia y le siguieron Fernando, María Josefa, Beatriz María, Josecito (que vivió solo minutos) y Finalmente María Luisa (su servidora).
Seis hijos vivos en ocho años. Mamá contaba que una tía le decía “ay Mami, tu si no andas en la cárcel te andan buscando” refiriéndose a tantos embarazos.
Así transcurrian los años, formando familia, estudiando, trabajando y dedicados a su formación en el Movimiento familiar Cristiano donde impartían platicas a otros matrimonios de aspectos médicos relacionados con la familia. A pesar de estar ocupados siempre no dejaban de darse tiempo para disfrutarlo en pareja.
Llegaba la noche, nos mandaban a la cama por que “los papás se desconectan a las 9 ¿o serian las 8?” y a veces salían, Papá llegaba en la noche y nos tapaba con las cobijas haciendo un sonidito de ah, ah, ah. Tocandonos el pecho o los hombros o, si estaba en casa temprano nos daba la bendición diciendo “Dios te bendiga y te guarde y te lleve por el buen camino, donde no des guerra, amén” y dicho esto nos daba un golpecito en el cachete.
Los fines de semana cuando eramos chicos los pasábamos en la ciudad a veces visitando a Tía Elenita y al tío el Padre que vivían en viaducto o si no una vuelta a Chapultepec donde había unas fuentes con unos monitos raros y siempre nos comparaba con ellos, a mi me tocaba la de ojos jalados y al que anduviera chillando uno que andaba todo triste.
Después compro una huerta de perales en Santa Rita, cerca de Río Frío en Puebla. Entonces desde el viernes anunciaba “salimos a las seis de la mañana” nomas por dar lata pues siempre salíamos más tarde y luego el sábado decía después de empacar el carro “el qué se quedo, se quedó” para que nos apuraramos. Los viajes en carro eran de compartir caramelos y cantar y pelear también, por la ventanilla, por que ya me aplastaron y así. Llegábamos a la huerta y el doctor, hubiera llovido o no, se daba su tiempo regando los árboles. Su naturaleza nerviosa y en ocasiones iracunda necesitaba ese contacto con la tierra y la naturaleza.

… Continuará

MLR 23-08-2023

Un hombre de familia.

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